China invierte 168 millones de dólares para controlar el clima
Mientras que el cambio climático ha dominado la agenda internacional en los últimos años, los esfuerzos para influir en el clima y reflejar el calor solar han recibido menos atención a pesar de su potencial para aumentar las tensiones regionales.
Los países utilizan cada vez más la tecnología para cambiar las condiciones de la atmósfera, los océanos y el hielo con el fin de mejorar el tiempo a su favor o disminuir el calentamiento global. Sin embargo, los resultados de estas intervenciones pueden cruzar las fronteras y lo que puede ser bueno para un país puede no serlo para sus vecinos.
No se trata de un problema hipotético. Irán ya ha acusado a Israel de robarle el agua mediante una siembra de nubes que reduce las precipitaciones sobre su territorio. China, que ya altera artificialmente su clima sobre las principales ciudades, planea ser capaz de modificar el clima en la mitad de su territorio para 2025, para alarma de sus vecinos, incluida la India. Y dos rivales de Oriente Próximo -Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí- están incrementando las operaciones de creación de lluvia.
El mejor mecanismo para vigilar estas intervenciones se encuentra en una convención de la ONU que se remonta al final de la guerra de Vietnam. La Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles, conocida como Convención ENMOD, entró en vigor en 1978 y ha sido ratificada por 78 países, entre ellos Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Alemania.
Michio Kaku: ¿Podemos controlar el tiempo?
Hacer llover, romper el granizo, levantar la niebla, aumentar el manto de nieve, suprimir los rayos, apagar los huracanes… el control del tiempo. A principios del siglo XX, la investigación sobre la modificación del tiempo se convirtió en un tema de discusión científica y de artículos periodísticos que iban desde el escepticismo hasta el asombro. En Estados Unidos, las “semillas” de yoduro de plata y hielo seco que supuestamente aumentaban las precipitaciones y reventaban las tormentas de granizo pronto se convirtieron en semillas de controversia de las que brotaron los intentos del gobierno federal, estatal y local de controlar a los controladores y explotar el “clima de diseño” para sus propios fines.
Cómo controlaremos el clima dentro de 100 años
La tormenta de nieve pareció surgir de la nada. Cubrió los tejados de Pekín con una capa blanca y paralizó el tráfico en una docena de autopistas. La ciudad, atrapada en una sequía de una década, no había visto tantas precipitaciones en meses. Era cualquier cosa menos normal.
De hecho, la tormenta de febrero de 2009 fue el resultado de una notable confluencia de aire frío, cielos nublados y 313 barras de yoduro de plata lanzadas a la atmósfera por ingenieros meteorológicos con la esperanza de hacer algo de la nada. Su éxito en la manipulación del tiempo subraya un riesgo creciente que no ha recibido el debate internacional serio que merece. ¿Qué pasa si alguien en nuestro mundo, que se calienta cada vez más, decide manipular el clima?
En 1965, Lyndon B. Johnson recibió la primera información presidencial sobre el cambio climático. En aquel momento, la geoingeniería -la manipulación intencionada del clima- se presentó como una de las únicas soluciones posibles. Desde entonces, las propuestas han ido desde las más extravagantes (dejar caer miles de millones de bolas blancas en los océanos para que absorban la luz solar) hasta las más formidables (desplegar una hoja gigante de malla reflectante entre la Tierra y el sol). Estas ideas pueden sonar “extravagantes y molestas”, según reconoce una revista científica, pero podrían darnos un freno de emergencia del que tirar si no podemos detener el calentamiento global.
Neil deGrasse Tyson sobre HAARP y la manipulación del clima
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el control del clima ha estado bajo el estricto ámbito de los dioses del cielo y la ciencia ficción. Pero hoy en día, cuando las supertormentas arrasan las ciudades costeras y la contaminación cubre países enteros, evitar la catástrofe climática se ha convertido en una cuestión seria de política exterior. No parece que las principales potencias del mundo estén avanzando mucho en sus esfuerzos diplomáticos para detener el calentamiento global. En su lugar, los llamados geoingenieros están elaborando estrategias de intervención deliberada a gran escala, desde el vertido de lodo de hierro en el océano para crear floraciones masivas de algas que chupan CO2 hasta el bombardeo de la estratosfera con artillería cargada de sulfato para desviar la luz solar. Dado que el destino del mundo puede recaer sobre los hombros de estos piratas del clima, vale la pena recordar la dudosa historia de la manipulación del tiempo.
En 1841, el meteorólogo estadounidense James Pollard Espy publica The Philosophy of Storms (La filosofía de las tormentas), en la que expone su teoría térmica de la formación de tormentas y detalla un método mediante el cual “se puede producir lluvia artificialmente en tiempos de sequía”. Mediante el encendido de “grandes fuegos” y la creación de columnas de aire caliente -algo que Espy presiona al Congreso para que le permita hacerlo-, sostiene que sería posible generar precipitaciones a voluntad. El plan, que se basa en una ciencia más chapucera que la teoría de Espy sobre la formación de tormentas, le vale el apodo de “Rey de las Tormentas”.