Evolución de la tecnología
¿Quién determina el camino de las nuevas tecnologías: los ingenieros del laboratorio de I+D, los responsables de la toma de decisiones de una empresa (o de una universidad o patrocinador gubernamental), o los consumidores y ciudadanos que ponen en práctica esa tecnología? Para muchos, las teorías de W. Brian Arthur sobre la complejidad y la innovación han proporcionado la respuesta más eficaz. En la década de 1980, como economista basado en la Universidad de Stanford y el Instituto de Santa Fe (al que se trasladaría a tiempo completo en 1996), Arthur comenzó a desarrollar modelos basados en agentes del comportamiento del mercado de valores. Éstos mostraban hasta qué punto factores irracionales, como las expectativas subjetivas de los inversores, podían sesgar el comportamiento de todo el sistema.
El último trabajo de Arthur, The Nature of Technology: What It Is and How It Evolves (Free Press, 2009), profundiza en el significado de la innovación a lo largo del tiempo. Observa que las nuevas tecnologías se construyen a partir de otras ya existentes. Así, el cuerpo colectivo del esfuerzo tecnológico evoluciona creando nuevos elementos a partir de sí mismo. Forma un sistema que cambia constantemente de forma que nadie puede predecir. Este proceso evolutivo impulsa a su vez los cambios a gran escala en la ciencia, la economía y gran parte de la cultura humana.
Cómo la tecnología está cambiando la sociedad
Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha explorado y desarrollado nuevas tecnologías para hacer que sus actividades cotidianas sean menos intensas en cuanto a trabajo, más eficientes y, en consecuencia, más sedentarias. Además, los avances tecnológicos en medicina a lo largo de la historia han permitido un aumento sustancial de la esperanza de vida. Sin embargo, la combinación de un mayor comportamiento sedentario y el aumento de la esperanza de vida ha dado lugar a un fuerte incremento de las enfermedades y afecciones crónicas relacionadas con el sobrepeso y la obesidad. Aunque las personas vivan más tiempo, lo hacen con una función física más pobre y una calidad de vida reducida. En esta revisión exploramos cómo los avances tecnológicos han influido en el comportamiento sedentario de las personas y, a través de la lente de la teoría afectiva-reflexiva (ART), proponemos un medio por el cual la tecnología podría ser reutilizada para fomentar un mayor compromiso con la actividad física.
Desde la aparición de la especie que caminaba erguida sobre dos piernas, se desarrollaron nuevas tecnologías para hacer más fácil y eficiente la vida en este planeta. Los homo habilis, que vivieron hace unos 2,3 millones de años, fueron los primeros en desarrollar herramientas a partir de piedras y son considerados como los “manitas” de las especies del género homo (1). El Homo erectus, que vivió hace unos dos millones de años y tenía un cerebro más grande que el homo habilis, fue el primero en salir de África y el primero en utilizar el fuego para protegerse y cocinar (2). La historia de la humanidad está llena de avances tecnológicos en todas las facetas de la vida.
La tecnología en la educación
Los niños tienen acceso a las pantallas a su alrededor. En muchos hogares hay varios televisores, ordenadores, tabletas y teléfonos para que los niños los encuentren y jueguen con ellos. Y algunos niños incluso tienen acceso a su propia tableta y teléfono, desde una edad temprana. Las investigaciones muestran que el niño medio de 8 a 10 años pasa casi 8 horas al día con diversos medios de comunicación, y los niños mayores y los adolescentes pasan alrededor de 11 horas al día con los medios. Ese tiempo se acumula, y los jóvenes pasan más tiempo con la tecnología que en la escuela.
Los niños y adolescentes de todo el país tampoco están reduciendo su consumo de medios. Algunos adolescentes dicen que envían miles de mensajes de texto cada mes, se quedan despiertos hasta las 2 de la madrugada desplazándose por las redes sociales y pasan horas cada día jugando a los videojuegos. Y esto se ha intensificado con el tiempo, a medida que surgen más aplicaciones y opciones para distraer a los niños.
Aunque mucha gente ve el impacto negativo de este uso de la tecnología, también hay pros. La verdadera cuestión es qué pueden hacer los padres y los profesores para aprovechar la tecnología de forma útil, sin dejar que los niños se conviertan en esclavos de ella y de los efectos negativos que puede tener en sus vidas.
Tecnología en el aula
Figura 6.2.1 Charlton Heston como Moisés. ¿Son las tablas de piedra una tecnología educativa? (Véase Selwood, 2014, para un debate sobre el posible lenguaje de los Diez Mandamientos)Imagen: Allstar/Cinetext/Paramount
Las discusiones sobre el papel de la tecnología en la educación se remontan al menos a 2.500 años atrás. Para entender mejor el papel y la influencia de la tecnología en la enseñanza, necesitamos un poco de historia, porque como siempre hay lecciones que aprender de la historia. El libro de Paul Saettler “The Evolution of American Educational Technology” (1990) es uno de los relatos históricos más extensos, pero sólo llega hasta 1989. Desde entonces han pasado muchas cosas. Teemu Leinonen también tiene una buena entrada en su blog sobre la historia más reciente (para un relato más detallado, véase Leitonen, 2010). Véase también: La evolución de las tecnologías del aprendizaje.
Uno de los primeros medios de enseñanza formal fue el oral -a través del habla humana-, aunque con el tiempo se ha ido utilizando cada vez más la tecnología para facilitar o “respaldar” la comunicación oral. En la antigüedad, los relatos, el folclore, las historias y las noticias se transmitían y mantenían a través de la comunicación oral, lo que hacía de la memorización precisa una habilidad fundamental, y la tradición oral sigue siendo el caso en muchas culturas aborígenes. Para los antiguos griegos, la oratoria y el discurso eran los medios por los que la gente aprendía y transmitía el aprendizaje. La Ilíada y la Odisea de Homero eran poemas recitados, destinados a la representación pública. Para aprenderlos, había que memorizarlos escuchando, no leyendo, y transmitirlos recitando, no escribiendo.