Juan Pablo Hourcade y Ben Devane sobre la tecnología y los niños
En la última década, la tecnología basada en la pantalla ha seguido infiltrándose en la vida de los niños. Según una encuesta reciente de Common Sense Media, una organización sin ánimo de lucro que ofrece a los padres orientación en materia de entretenimiento y tecnología, los niños estadounidenses de 8 a 12 años pasan una media de casi cinco horas al día mirando pantallas; los menores de 8 años pasan aproximadamente la mitad de ese tiempo, y los adolescentes más de siete horas al día. Eso sin contar el tiempo que dedican a usar las pantallas para las tareas escolares.
El cierre de negocios y escuelas provocado por la pandemia ha hecho que muchas familias se adapten a una nueva realidad. Los padres han convertido los dormitorios y las salas de estar en oficinas domésticas, mientras que los niños han pasado al aprendizaje en línea y a una vida social cada vez más digital. Mientras tanto, muchos padres han suavizado las restricciones sobre los dispositivos para que sus hijos puedan mantenerse entretenidos, comprometidos y conectados. La disponibilidad de la tecnología durante la pandemia ha sido un arma de doble filo.
Numerosos estudios indican de forma abrumadora que, en general, los niños de hoy en día pasan mucho más tiempo dentro de casa frente a las pantallas que fuera jugando. Numerosas pruebas demuestran que cuestiones como la obesidad, el insomnio y los problemas de visión son algunos de los efectos negativos de la tecnología en la salud física de los niños.
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Es probable que continúe el cambio hacia modelos de aprendizaje más interactivos y diversos. Un experto del sector nos dijo: “La pandemia impulsó la necesidad de una nueva experiencia de aprendizaje en línea. Ha hecho que las instituciones vuelvan a pensar en cómo van a enseñar en el futuro y ha puesto de relieve el aprendizaje sincrónico e híbrido”. En consecuencia, muchos colegios y universidades estadounidenses están invirtiendo activamente para ampliar su oferta de programas en línea e híbridos.
Algunas tecnologías se han quedado atrás en su adopción. Las herramientas que permiten el seguimiento del progreso de los estudiantes, la RA/VR, los asistentes de enseñanza (TA) impulsados por el aprendizaje automático, la impartición de cursos adaptativos con IA y los ejercicios en el aula son utilizados actualmente por menos de la mitad de los encuestados. Los datos anecdóticos sugieren que tecnologías como la RA/VR requieren una inversión sustancial en equipos y pueden ser difíciles de utilizar a escala en clases con un elevado número de alumnos. Nuestra encuesta también reveló disparidades de utilización en función del tamaño. Las instituciones públicas pequeñas utilizan TAs potenciados por el aprendizaje automático, AR/VR y tecnologías para monitorear el progreso de los estudiantes al doble o más de las instituciones públicas medianas y grandes, tal vez porque las escuelas más pequeñas y especializadas pueden hacer inversiones más específicas y rentables. También descubrimos que las instituciones públicas medianas y grandes hacían un mayor uso de las herramientas de conectividad y creación de comunidades que las instituciones públicas pequeñas (entre el 57 y el 59%, frente al 45%, respectivamente). Aunque la adopción de las herramientas impulsadas por la IA fue más lenta, los expertos en educación superior que entrevistamos prevén que su uso aumentará; permiten al profesorado adaptar los cursos al progreso de cada estudiante, reducir su carga de trabajo y mejorar el compromiso de los estudiantes a escala (véase el recuadro “Diferencias en la adopción por tipo de institución observadas en la investigación”).
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La introducción de la tecnología a los profesores suele ser el primer paso y el más “fácil”. Sin embargo, cuando se proporciona una nueva tecnología y los profesores no entienden cómo utilizarla eficazmente, es lógico que se muestren escépticos respecto a su potencial para mejorar su enseñanza. Por lo tanto, los responsables políticos tienen la tarea de cultivar las habilidades digitales necesarias para utilizar eficazmente la tecnología con el fin de mejorar el papel de los profesores, incentivarlos para que utilicen estas habilidades como parte de su práctica, y evaluar críticamente cuándo, dónde, cómo y si estas nuevas modalidades de instrucción son realmente eficaces (y si no lo son, cambiar de rumbo). Sin embargo, estas habilidades no se desarrollan de forma aislada o simplemente porque la tecnología esté disponible. Hay varios factores de apoyo que pueden ayudar a los profesores a adoptar la nueva tecnología que va mucho más allá de sustituir el cuaderno por una tableta.
1. Dominar las ideas, no las pulsaciones: La mayoría de los responsables políticos entienden que la capacidad de los profesores para instruir eficazmente utilizando la tecnología requiere una combinación de habilidades tecnológicas y pedagógicas. A pesar de los grandes esfuerzos realizados para impartir formación a gran escala para cultivar dichas habilidades entre los profesores (véase EAU, por ejemplo), no se ha producido un cambio de comportamiento generalizado. Por ejemplo, “menos de la mitad de los profesores declararon utilizar frecuentemente las TIC cuando enseñan” (indica el estudio global ICILS, realizado antes de la pandemia). Además, a pesar de los esfuerzos generalizados por definir y cultivar estas habilidades, no se ha producido una transformación global de la forma en que los profesores utilizan la tecnología. La pandemia ha demostrado claramente que es importante alejarse del enfoque meramente instrumental (cómo utilizar la tecnología como una herramienta) y avanzar hacia políticas que cultiven un cambio más profundo que transforme el aprendizaje dentro y fuera del aula.
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El cierre de escuelas, sea cual sea su duración, puede tener un profundo impacto en el aprendizaje. Además de reducir el tiempo de instrucción, el cierre de escuelas puede afectar al rendimiento educativo de los alumnos. La productividad económica también puede verse afectada por el cierre de escuelas, ya que los padres y cuidadores se ven obligados a compaginar sus compromisos laborales con el cuidado de los niños. Del mismo modo, las desigualdades educativas pueden verse agravadas por la no asistencia de los niños a la escuela, ya que los que proceden de familias económicamente desfavorecidas tienen menos probabilidades de contar con los niveles de educación y los recursos necesarios para salvar las diferencias de aprendizaje.
Aunque muchos países de la OCDE han reabierto las escuelas tras los estrictos periodos de cierre que se produjeron al comienzo de la pandemia, en muchas partes de África, Asia y América se siguen cerrando escuelas. En consecuencia, la UNESCO ha recomendado la adopción de programas de aprendizaje a distancia y aplicaciones educativas en línea diseñadas para llegar a los estudiantes a distancia.
Para minimizar la interrupción de la educación, los países de todo el mundo han pasado rápidamente al aprendizaje en línea y a distancia para garantizar una enseñanza y un aprendizaje sostenibles, de alta calidad y flexibles. En el centro de muchas de estas estrategias de aprendizaje está el uso de la tecnología.